Donald Trump ha señalado a España como “retrasada” en la contribución a la alianza atlántica tras su negativa a alcanzar un aumento del gasto militar hasta el 5 % del PIB. Lo que algunos presentan como un tema técnico de defensa es, en realidad, una batalla política sobre el modelo de estado, la autonomía europea y el mando externo – y España se encuentra en el epicentro del debate.
Exclusión o exhibición de poder
La presión de Trump contra España ha adquirido la forma de advertencia directa: desde sugerir la expulsión de la OTAN hasta insinuar aranceles comerciales como “castigo”. La cifra del 5 % del PIB –que ningún aliado ha alcanzado– se convierte en símbolo más que en objetivo real. España, que prevé dedicar en torno al 2,1 % para este año, no acepta la desviación como estándar único.
La jugada de Trump, por tanto, no es mero sarcasmo: dispone de la alianza y de su hegemonía para transformar un debate interno europeo en una prueba de obediencia.
Más allá de los números: bienestar frente a blindaje
España argumenta que su visión del gasto militar no puede desatender el estado del bienestar, la igualdad y el sostenimiento de servicios públicos. La apelación no es a la dictadura del 2 % o del 5 %, sino a quién decide cuáles son las prioridades nacionales. Los costes de vida, las brechas de género, la precariedad laboral, todo queda detrás del telón cuando la presión recae solo en el porcentaje destinado a armas y ejércitos.
Mientras tanto, la propuesta del 5 % se impone como estándar absoluto, y aquel que no lo cumple se presenta como aliado “menos digno”. Es una lógica que intercambia la solidaridad real por una performance de gasto militar.
Europa, mando y dependencia
En esta disputa, España no actúa aislada. La tensión refleja la ambivalencia europea entre deseo de autonomía y dependencia de la tutela transatlántica. Trump pide “números” como garantía de compromiso; España y otros países piden que se evalúe la capacidad, el despliegue, la contribución cualitativa, no solo la fórmula porcentual.
La ingeniería discursiva de Trump encarna otro escenario: convertir la OTAN en plataforma de chantaje comercial y diplomático. Que España sea el “poco cumplidor” sirve de advertencia universal: los que no se pliegan, pagan. Y no mediante votos, sino mediante aranceles, exclusión simbólica o unilateralismo.
Esa apuesta interviene directamente sobre la autonomía estratégica de Europa y pone al frente una pregunta incómoda: ¿la defensa es aporte militar o participación en la toma de decisiones sobre cómo se ejerce esa defensa?