Desde Nueva York, el presidente responde a quienes ya dan por terminada la legislatura: seguirá. Dice tener “la intención” de presentarse a la reelección, defiende a su círculo más cercano y, en paralelo, esquiva el choque directo con los jueces.
Calendario largo, oxígeno corto
Las palabras de Pedro Sánchez desde Nueva York no sorprendieron tanto por el contenido como por el contexto. En plena Asamblea General de la ONU, y en una entrevista con Bloomberg, el presidente del Gobierno español despejó cualquier ambigüedad: quiere volver a ser candidato en 2027. Lo hará —dijo— “sin duda”.
No era un anuncio, ni siquiera una promesa. Era más bien un gesto de afirmación. En un escenario donde los tambores de desgaste suenan cada semana, y donde buena parte de la oposición ya da por caducada su mayoría, Sánchez vuelve a enviar el mismo mensaje con el que ha navegado toda su carrera política: aguantará.
Desde el entorno de Moncloa aseguran que no se trata de una huida hacia adelante, sino de un ejercicio de normalidad institucional. El presidente, afirman, quiere agotar la legislatura y, si se dan las condiciones, repetir fórmula. El matiz no es menor.
Una legislatura sin piloto automático
El problema es que la “normalidad” ya no se define igual que antes. Desde las elecciones, la aritmética parlamentaria ha forzado al Ejecutivo a gobernar a golpe de geometría variable, sin presupuestos nuevos, con los decretos justos, y con un Senado convertido en trinchera del PP. La legislatura no está rota, pero sí encallada. De ahí que toda afirmación de continuidad suene más a ejercicio de voluntad que a lectura objetiva del tablero.
A esa inestabilidad se suma la presión judicial sobre el entorno del presidente. En menos de 24 horas, su hermano David ha sido procesado y el juez Peinado ha propuesto que Begoña Gómez sea juzgada por un jurado popular. No hay auto de apertura de juicio, pero sí un titular: la investigación sigue viva. El PP y buena parte de la prensa conservadora lo han convertido en munición política. Sánchez, por su parte, opta por la contención: defiende la inocencia de su entorno, evita entrar en descalificaciones contra la judicatura, y se aferra a una frase que ha repetido con regularidad quirúrgica: el tiempo pondrá las cosas en su sitio.
La ambigüedad en la respuesta no es fruto del desconcierto, sino una estrategia política ensayada. Evitar el choque con los jueces permite mantener el relato del respeto institucional —algo que sus adversarios no siempre practican—, sin renunciar al respaldo a los suyos. En esa franja estrecha, Sánchez intenta equilibrar la defensa de su legitimidad como presidente con la imagen de un Ejecutivo que no se refugia en el victimismo.
El espejo en el que se mira la derecha
Desde el Congreso, Feijóo ha querido devolver el golpe. “La persecución judicial ya no cuela”, dijo el miércoles, acusando a Sánchez de usar a los jueces como excusa para tapar escándalos familiares. No deja de ser una construcción narrativa paradójica: el mismo dirigente que ha sostenido durante meses que la justicia investiga porque hay motivos, ahora sugiere que esa misma justicia está siendo usada como pantalla por el Gobierno.
La doble vara del discurso tiene recorrido, pero también riesgos. La lista de causas abiertas que afectan al PP —a nivel autonómico, municipal y estatal— permanece cuidadosamente silenciada por su dirección nacional. La consigna es no mezclar. Tampoco responder.
Mientras tanto, Ayuso se suma a la ofensiva con su estilo habitual: declaraciones cortantes y apelaciones al sentido común. Para ella, lo del juez Peinado es la prueba de que “la realidad es tozuda” y “la justicia, implacable”. No hay espacio para los matices, ni para las garantías. Todo se da por hecho.
Repetir mayoría o repetir estrategia
En la entrevista con Bloomberg, Sánchez restó importancia a las encuestas que lo sitúan por debajo del PP, o que anticipan una mayoría para la suma entre Feijóo y Abascal. "Las encuestas son las encuestas", dijo. No es la primera vez que las ignora, ni probablemente será la última. Pero en la práctica, ningún dirigente en minoría parlamentaria puede permitirse ignorarlas del todo.
La gran incógnita, más que su candidatura, será si su fórmula sigue teniendo recorrido: un gobierno con apoyos variables, sustentado en el diálogo con el independentismo catalán, y con una derecha cada vez más homogénea en discurso. Sánchez cree que sí. Cree que la sociedad española es más plural que los bloques parlamentarios, y que esa pluralidad puede volver a expresarse en las urnas.