Sánchez interpela al mundo ante Gaza: “¿Qué liderazgo moral nos queda si abandonamos a los palestinos?”

España consolida su perfil internacional tras el reconocimiento del Estado palestino, mientras Netanyahu amenaza con borrar Gaza del mapa y niega cualquier solución política. Reino Unido, Canadá, Portugal y Australia siguen el ejemplo

23 de Septiembre de 2025
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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el encuentro con inversores en la Oficina Económica y Comercial de España en Nueva York

Desde el corazón académico de Nueva York, Pedro Sánchez ha puesto palabras a lo que la mayoría de gobiernos aún evita decir en voz alta: la ofensiva israelí sobre Gaza no es solo desproporcionada, es incompatible con cualquier mínima legalidad internacional. Y frente a esa realidad, mirar hacia otro lado —dice el presidente español— sería imperdonable. Lo ha hecho en Columbia, pero pensando en Bruselas, en la ONU y en la historia.

 “¿Qué liderazgo moral podemos ejercer si abandonamos a los palestinos?”

El presidente del Gobierno ha sido claro en su diagnóstico: la destrucción de Gaza y la ocupación progresiva de Cisjordania no son efectos colaterales de una guerra, sino el objetivo político deliberado del Ejecutivo israelí.

A pocos días de una cumbre internacional sobre la solución de los dos Estados, Sánchez ha contrastado el doble rasero con el que la comunidad internacional —especialmente EE.UU. y parte de la UE— ha reaccionado ante la invasión rusa de Ucrania y el ataque sistemático a la población civil palestina. El mensaje no podía ser más directo: si se justifican más de 60.000 muertos en Gaza como “defensa”, ¿qué queda de la legalidad internacional?

En su intervención, ha insistido en que “Israel tiene derecho a defenderse”, pero ha dejado claro que ese derecho no ampara la venganza masiva ni la limpieza étnica por acumulación de hechos consumados, algo que sugiere cuando habla de “crear un gran Israel sin presencia palestina”.

La comparación no es trivial. Sánchez invoca las lecciones del siglo XX, recordando que el genocidio no puede volver a ser tolerado con excusas diplomáticas. Mientras tanto, Netanyahu promete más asentamientos ilegales y rechaza explícitamente cualquier posibilidad de reconocer un Estado palestino.

Una política exterior que ya no es decorado

El Gobierno español no se limita a condenas verbales. Ha liderado, junto a Irlanda y Noruega, el reconocimiento oficial del Estado palestino y ahora ve cómo potencias como Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal se suman a esa posición. La votación de hoy en Naciones Unidas se da con un bloque cada vez más amplio alineado con lo que hace solo unos meses se consideraba una propuesta “marginal”.

Esta consolidación tiene un fuerte componente simbólico: que el Reino Unido, firmante de la Declaración Balfour, reconozca ahora el Estado palestino reequilibra, aunque tarde, un gesto fundacional de asimetría histórica.

Netanyahu, lejos de moderar su posición, ha respondido redoblando amenazas, tanto contra los países que han reconocido a Palestina como contra los propios palestinos, y ha prometido una “respuesta” a su regreso de Nueva York. En paralelo, su Gobierno acelera las iniciativas legislativas para anexionar de facto el 82% de Cisjordania, borrando del mapa cualquier posibilidad real de Estado palestino.

Un discurso para el Sur Global y para Europa

La otra clave del discurso de Sánchez ha sido su intención de hablar no solo a los líderes occidentales, sino al Sur Global, a esos países que perciben el sistema internacional como un espacio dominado por dobles raseros, bloques y jerarquías.

Sánchez ha insistido en que la reconstrucción del orden multilateral no puede hacerse desde la coacción ni la imposición, sino desde la cooperación real, el respeto al derecho internacional y la reforma profunda de las instituciones globales.

España, según anunció, pondrá en marcha una iniciativa para repensar y reformular el sistema multilateral. El anuncio, que no es menor, apunta a una ambición diplomática de largo plazo que busca ir más allá de los gestos simbólicos.

En un mundo en el que algunos Estados se retiran del compromiso multilateral y reducen su inversión en ayuda y diplomacia, España refuerza su papel, sin estridencias, pero con posiciones claras. Frente al negacionismo de la ocupación israelí y el giro belicista de otros actores globales, este tipo de discursos suponen una línea de fractura.

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