La reina Ena, el vídeo del emérito y el enfado de Zarzuela

La idea de la grabación casera de Juan Carlos I, rememorando aquellos mensajes navideños de antaño, no ha gustado a la Casa Real

03 de Diciembre de 2025
Actualizado el 04 de diciembre
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Imagen del vídeo con el mensaje navideño del rey emérito
Imagen del vídeo con el mensaje navideño del rey emérito 

Ena, la serie histórica de TVE sobre la reina Victoria Eugenia, consorte de Alfonso XIII, está reventando los datos de audiencia (más de 1,3 millones de espectadores, superando a La isla de las tentaciones), lo que viene a confirmar el interés de los españoles por todo lo que tenga que ver con la monarquía. Nunca el sueño de la República estuvo más lejos.

Por la serie transitan algunos de los grandes hitos de la existencia de Ena, el atentado de Mateo Morral el día de la boda, el vestido manchado de sangre (premonitorio de la que correría más tarde por España), la maldición hereditaria de la hemofilia, su conversión religiosa del anglicanismo al catolicismo, el sentimiento de rechazo del pueblo español ante una extranjera y su papel como madrina de Juan Carlos I. Pero, por encima de todo, quedarán los desprecios, infidelidades y humillaciones del marido, que según se cuenta, la trataba con suma frialdad en público y en privado, algo que nos recuerda bastante a la relación del emérito con Sofía.

Ena llevó una vida desgraciada en su jaula de oro de palacio, mientras su disoluto marido, apodado El Sicalíptico por su afición a las maliciosas películas pornográficas, se daba al escándalo para comidilla del pueblo. Alfonso no solo veía cine subido de tono, sino que también financiaba y guionizaba sus propias historias eróticas, convirtiéndose en uno de los primeros promotores de este género en Europa. Como rey, no podemos decir que pasará a la historia como el más brillante de nuestro panteón de monarcas, pero como productor de cine X no tenía precio. Y mientras el monarca del cinematógrafo caliente se dedicaba a sus cosas, la reina, una mujer adelantada a su tiempo, lectora incansable, deportista y fumadora, modernizaba la corte y emprendía una encomiable labor institucional en favor de los más necesitados (impulsó la creación del cuerpo de damas enfermeras, ahí es nada).

Toda esa decadencia y esa tristeza de aquellos Borbones de antaño –que terminaron en el exilio tras la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931– está fielmente recogida en la novela de Pilar Eyre (centrada en el papel de mujer injustamente maltratada) y por una serie de TVE más que digna que viene a recuperar el gusto por aquellas producciones de época sobre grandes obras de nuestra literatura como Fortunata y Jacinta, Los gozos y las sombras, La Regenta o Cañas y barro. TVE casi siempre ha acertado a la hora de llevar a la pequeña pantalla a nuestras mejores plumas, desde Galdós a Gonzalo Torrente Ballester, desde Clarín a Blasco Ibáñez, y esta vez tampoco ha defraudado. Cambian los tiempos, el interés del espectador ante una obra de arte bien hecha, se mantiene.

Lógicamente, el éxito de la serie sobre la reina Ena ha sido visto por Zarzuela como una buena oportunidad para la propaganda a mayor gloria de la monarquía. Para subir los índices de popularidad de la Casa Real, qué mejor que un taquillazo (siempre mejor taquillazo que blockbuster, ese palabro infame) sobre una reina borbónica vilipendiada. Así que, sin perder ni un minuto, la pareja real se fue ayer mismo, aprovechando el tirón televisivo y el enganche popular a la serie, a la exposición que la Galería de las Colecciones Reales dedica a la reina abuela. Se conoce que, entre los ajetreos de la agenda del día y los quebraderos de cabeza que le da su padre desde Abu Dabi, Felipe VI no tuvo tiempo de prepararse el evento, y no se le ocurrió decir otra cosa que ”¿qué fotos más antiguas, no?”, mientras el ministro de Cultura, el republicano Ernest Urtasun, más fuera de sitio que un pingüino en el desierto, se preguntaba qué demonios hago yo aquí.

Felipe y Letizia están haciendo verdaderos esfuerzos para darle coherencia y sentido a este reinado convulso tras la época de degradación del juancarlismo, pero el patriarca de la Transición, viejo roquero fiel a su estilo, ya va por libre y lanza sus propios vídeos caseros, vídeos cutrecillos, vídeos de parvulario de esos que nutren el programa Aruseros. El rey ha entrado de lleno en el mundo youtuber, un freelance sensacionalista que funciona al margen de Zarzuela. Esa imagen del emérito malamente sobreimpresionada sobre un banderón rojigualdo no podremos olvidarla con facilidad los españoles. Atrás quedan los años del dorado relumbrón, de los lujosos mensajes navideños, la chimenea crepitando y proyectando el calor del palacio, el abeto perfectamente engalanado y la fotografía de la familia real (una foto falsamente fraternal) regiamente posada sobre la mesa del despacho. “He realizado el esfuerzo de escribir mis memorias con la idea de que vuestros padres puedan recordar momentos históricos y que vosotros podáis conocer la historia reciente de vuestro país”, dice el monarca jubilado en su alocución, en la que pide el apoyo de los jóvenes para su hijo. Ahora se entiende por qué hay tanto muchacho facha.

Está claro que el emérito se encuentra en plena campaña publicitaria de su libro Reconciliación, de modo que hay que trabajarse las ventas puerta a puerta como uno de aquellos vendedores a domicilio del Círculo de Lectores de la Transición. Solo eso puede explicar un vídeo tan chusco y poco profesional, eso y el poso de resentimiento de que no hayan contado con él para los fastos de los cincuenta años de la muerte de Franco y la llegada de la democracia. “¿Quién se siente desgraciado por no ser rey, sino un rey destronado?”, decía Blaise Pascal. De cualquier manera, el experimento del vídeo no ha gustado en Zarzuela, que ha calificado el engendro como “inoportuno e innecesario”. Andan las cosas revueltas por palacio, como en los tiempos de la bisabuela Ena. Desde hace más de un siglo, nada nuevo bajo el sol español.  

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