Navajeo en la Academia

El Instituto Cervantes y la RAE se suman a la feroz guerra del bipartidismo por controlar las instituciones del Estado

16 de Octubre de 2025
Actualizado a las 16:44h
Guardar
Arturo Pérez Reverte y Luis García Montero, enfrentados por el control de la Academia de la Lengua
Arturo Pérez Reverte y Luis García Montero, enfrentados por el control de la Academia de la Lengua

Arturo Pérez-Reverte, en uno de sus calentones tuiteros, ha llamado “mediocre” y “paniaguado” a Luis García Montero. La polémica surge después de que el poeta y director del Instituto Cervantes lanzara duras críticas contra la Real Academia de la Lengua, a la que acusó de estar en manos de las gentes del dinero, no de filólogos, tras la gestión de Santiago Muñoz Machado. O sea, que el mal del bipartidismo decadente, la polarización y la crispación, el cainismo y el guerracivilismo, corroen también a nuestros intelectuales más preclaros. Las dos Españas atizándose duro. Otro preocupante síntoma del retorno a las trincheras del 36.

La polémica estalló la pasada semana, cuando García Montero cuestionó que la RAE esté dirigida por “un catedrático en Derecho Administrativo” en lugar de por un académico de verdad, y acusó a Muñoz Machado de ser “un experto en llevar negocios desde su despacho para empresas multimillonarias”. Ahí es nada. Las acusaciones son graves y si es cierto que se está utilizando un organismo tan ilustre como la Academia de la Lengua, no para “limpiar, fijar y dar esplendor” al idioma español, sino para hacer mercantilismo, negocio y vil metal, tal como denuncia García Montero, ya está tardando el Gobierno en abrir una investigación.

De la denuncia del responsable del Cervantes se desprende un cierto tufo a asunto feo, turbio. ¿Qué está pasando en la RAE? ¿Ha dejado de ser ese lugar donde los más venerables sabios se reunían en aburridas y tediosas reuniones de jueves por la tarde para colocarle o quitarle una tilde a una palabra? ¿Se ha convertido en una especie de agitada Bolsa de valores, una consultoría llena de ejecutivos agresivos o un nido de emprendedores oportunistas? Urge llegar hasta el fondo del asunto.

La izquierda ya ha perdido la batalla de la Justicia, totalmente en manos conservadoras, y no quiere perder también la de la cultura. De momento, la denuncia de García Montero ha generado un terremoto que se ha trasladado al Congreso de la Lengua Española en Arequipa (Perú), donde las tensiones entre ambas instituciones se han hecho más que evidentes. Santiago Muñoz y García Montero, ya enemistados, se sentaron en lugares separados, para que corriera el aire sin cruzar ni media palabra. Fue un bochorno histórico para nuestro país.

Pérez-Reverte sostiene que la falta de visión e incompetencia de los sucesivos ministros de Exteriores, especialmente del actual, ha debilitado los lazos con Hispanoamérica, y que la lengua española (preservada por la RAE) es el “último vínculo diplomático” de prestigio que nos queda ya con nuestros hermanos del otro lado del Charco. En su opinión, el Instituto Cervantes, bajo la dirección de García Montero, intenta irrumpir en el ámbito de la RAE para ganar protagonismo y, eventualmente, “meter mano” y tomar el control de la institución. O sea, que Don Arturo, como lo conoce el mundo ultra, agita el fantasma del pérfido sanchismo que pretende preñar de bolivarianismo cada rincón y oficina del Estado. Ayuso no ha tardado ni cinco minutos en comprarle el discurso. Que se lo haga mirar el maestro.

Pero más allá de ese fuego cruzado entre conservadores y progresistas de las letras (qué tiempos aquellos en los que las discusiones literarias entre conceptistas y culteranos eran mucho más interesantes), llama la atención el lenguaje navajero y canalla que se gasta la gente de nuestra alta cultura en sus relaciones personales. No estuvo bien Montero al arremeter con desprecio contra el director de la RAE solo porque no es un eminente lingüista y sí un abogado administrativista. Solo le faltó decir: “¿Qué pinta aquí este leguleyo?”. Vivimos en el siglo XXI y no hace falta tener el título en Filosofía y Letras para ser un buen escritor. Sería como caer en un absurdo corporativismo literario. Es evidente que García Montero se extralimitó. Todo el mundo tiene un mal día. Ostenta un cargo institucional de alto rango como el Instituto Cervantes y está obligado a guardar las formas. Pero aún peor ha sido la participación de Pérez Reverte en todo este cruento sainete barroco propio de espadachines pendencieros de Villa y Corte. Llamar poeta “mediocre” y “paniaguado” al director del Cervantes no solo daña la imagen de nuestro país en el exterior, lo deja a él también en mal lugar. Bajarse al mundano barro de la política para mancharse las manos no es propio de los dioses del parnaso literario, que deberían estar por encima del bien y del mal. El astuto capitán Alatriste no lo haría. Comportarse como un bronquista de tres al cuarto, aunque sea por un puñado de likes, no le beneficia, aunque él crea que sí.

La batalla cultural entre escritores ha provocado una convulsión en nuestro país. Cada cual toma partido por su faro y guía espiritual y así se forman los dos ejércitos de trovadores. Hasta la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, de la que no se habla nunca, ha saltado a las primeras páginas de los periódicos por su defensa de Muñoz Machado ante los ataques “injustificados y fuera de lugar” por parte de García Montero. Da la sensación de que aquí se han juntado el hambre con las ganas de comer. Es más que posible que, más allá de análisis sobre el funcionamiento interno de los dos grandes acorazados de nuestra lengua y nuestras letras, haya cuitas personales sin resolver, celos y deudas pendientes que ahora están aflorando de forma virulenta. A fin de cuentas, el ego es el alma de un artista. García Montero tiene todo el derecho del mundo a criticar que la RAE se haya convertido en un negociado económico más que cultural, además de una institución colonizada por la extrema derecha financiera. Si no le gusta que el actual director haya impulsado un plan de reflotamiento de la empresa, tras la crisis provocada por el bajón en las ventas de diccionarios en papel y la irrupción del mundo digital, tiene el deber moral de denunciarlo. Faltaría más. Pero la forma es el fondo, ya lo dijo Derrida, y ese tipo de debates pueden afrontarse de una forma mucho más elegante. García Montero, como gran poeta que es, debería saber que el estilo es lo más importante, y hay eficaces metáforas para llamar a las cosas por su nombre. Conviene no perder de vista que una cosa es la ficción, los mundos utópicos de la literatura, la aventura quijotesca en pos de la verdad y la justicia, y otra muy distinta la cruda realidad de tener que dirigir, como un funcionario más, un organismo estatal de la talla del Instituto Cervantes. No necesitamos convertir la RAE en otro congresillo de los diputados, ni en otro ring, ni en otra taberna maloliente. Ya tenemos bastante desgracia con la violencia verbal de nuestros políticos.

Lo + leído