La flotilla avanza donde los gobiernos retroceden

La Global Sumud Flotilla ha entrado en aguas internacionales a 150 millas de la costa de Gaza. Es el mismo espacio donde Israel ha interceptado otras misiones humanitarias

01 de Octubre de 2025
Actualizado a las 9:17h
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La flotilla avanza donde los gobiernos retroceden

En política internacional hay formas de no actuar que cuentan como decisiones. Lo que no se dice, lo que no se hace, el tiempo que se tarda en llegar, también tiene consecuencias. La flotilla internacional que navega hacia Gaza con suministros básicos para una población cercada ha vuelto a dejarlo en evidencia: la sociedad civil llega donde la diplomacia calcula demasiado.

Esta vez, el despliegue naval español está en la zona. No para intervenir, pero sí para proteger en caso de necesidad. Su misión no es evitar el abordaje, sino estar cerca si ocurre. Y lo cierto es que, en este contexto, eso ya supone una posición más digna que la de otros países que se han limitado a emitir notas prudentes y advertencias retóricas.

Ni neutralidad ni protección

Italia, por ejemplo, ha enviado una fragata con la que amenaza por radio con desalentar la misión. Es decir, no protege a los barcos humanitarios: los disuade. El Gobierno de Meloni no habla de derecho internacional ni de corredor humanitario. Habla de seguridad. Pero la seguridad que invoca no es la de los gazatíes, sino la de los gobiernos que no quieren contradecir a Israel ni por error diplomático.

En ese escenario, cada milla recorrida por la flotilla es un acto de denuncia. Cada comunicado, una acusación velada a los gobiernos europeos que prefieren pedir calma a los cooperantes antes que exigir explicaciones a quien convierte el mar en zona hostil.

El riesgo ya no está en navegar

Desde el inicio del asedio a Gaza, los riesgos están repartidos con una precisión quirúrgica. Dentro del enclave, las cifras hablan solas: hambre, asfixia, desnutrición, desplazamiento forzado, bombardeos. Fuera, el riesgo es político. Incomodar a los socios comerciales, salirse del guion atlántico, pagar un precio por defender el derecho humanitario cuando se aplica a quienes no tocan.

Por eso, la flotilla avanza sabiendo lo que puede ocurrir. No por ingenuidad, sino por cálculo: el precio de quedarse al margen es más alto. Y porque saben que si llegan tarde, no será culpa de ellos. Será, de nuevo, porque quienes sí podían garantizar un paso seguro eligieron no hacerlo.

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