Feijóo sigue enredándose a cuenta del problema palestino. O mejor dicho, lo han enredado, ya que funciona al dictado de la FAES y de lo que le va ordenando, punto por punto, el señor de la guerra Aznar, para quien si Israel no consuma su invasión, Occidente lo pagará caro.
Desde que comenzó la crisis en Palestina, el Partido Popular ha hecho malabarismos retóricos para no tener que hablar de genocidio, según la doctrina Ansar. Antes exterminar al pueblo de Gaza que darle la razón a Sánchez. Ahora aplaude con fuerza el chanchullo del dúo de la muerte Trump/Netanyahu (que no plan de paz), sin caer en la cuenta de que el ochenta por ciento de los españoles se han posicionado al lado del sufrimiento de un pueblo a punto de ser borrado de la faz de la Tierra. “El plan Trump para Gaza abre una vía realista: liberación de rehenes y presos, alto el fuego, retirada progresiva de Israel, ayuda humanitaria y reconstrucción”, asegura pomposamente el líder popular. Y añade: “Sin Hamás, sin anexiones, con apoyo de los países árabes y un gobierno tecnocrático palestino. Un futuro en paz es posible”. No habla él, habla Aznar.
En realidad, y por mucho que Feijóo se empeñe en alimentar la farsa yanqui/israelí, lo que se ha firmado entre Washington y Tel Aviv no es más que papel mojado, un paripé, un compadreo entre dos autócratas de cara a la galería y sin contar para nada con el actor principal de toda esta tragedia: el pueblo palestino. Nada se dice sobre la solución de los dos Estados (Netanyahu incluso ha negado explícitamente esa posibilidad); nada se dice sobre la reconstrucción ni sobre las inversiones necesarias para volver a levantar el país; y nada se dice sobre quién va a responder de los más de 65.000 asesinados durante la invasión israelí de la Franja de Gaza. No olvidemos que sobre Bibi, tal como lo llama familiarmente papá Trump, sigue pesando una orden de busca y captura internacional por crímenes contra la humanidad.
Una paz duradera y real no puede construirse sobre las cenizas de un genocidio, eso lo sabemos desde los juicios de Núremberg que hicieron justicia con los jerarcas nazis tras la Segunda Guerra Mundial. Por tanto, sin reparación del daño causado es imposible construir un futuro y una convivencia en paz entre dos pueblos en guerra.
El delirante Trump podrá imponer su rendición humillante y sin condiciones al pueblo palestino, incluso podrá enviar sus excavadoras y ejércitos de obreros para levantar su soñado complejo turístico de lujo, un pelotazo urbanístico junto al mar palestino teñido de sangre. Pero jamás podrá decir que Israel será un lugar seguro. Tampoco Estados Unidos. El yihadismo y los atentados contra las Torres Gemelas no fueron más que la consecuencia directa de décadas de odio incubado en Oriente Medio. Un plan de paz (cínico nombre para lo que en realidad es la firma de la derrota de Hamás y el armisticio) no puede cimentarse en la humillación de una de las partes. Decenas de miles de crímenes con más de veinte mil niños asesinados no pueden quedar impunes. Es metafísicamente imposible lograr la convivencia entre árabes y judíos con semejantes mimbres. Podrán darle el premio Nobel de la Paz al magnate neoyorquino; podrán construir una hortera estatua de oro y diamantes de cuarenta metros de altura a mayor gloria del sátrapa en el centro mismo de Las Vegas; podrán incluso cambiarle el nombre al Golfo de México y ponerle Golfo de Trump, a mayor gloria del fatuo, arrogante y machirulo presidente. Pero las heridas seguirán abiertas. Habrá más guerra, más terrorismo, más dolor. La semilla de la discordia está nuevamente plantada.
La historia pondrá en su lugar al líder de MAGA como el paleto ridículo y sin sentimientos que ha sido. La historia tiene reservado un espacio para él, un nicho de la memoria donde quedará claro al fin que su único mérito ha sido abrir la caja de Pandora con la ideología del odio hasta convertir el mundo en un inmenso manicomio mucho más violento y convulso de lo que era antes de su llegada al poder. No vamos a caer aquí en el reduccionismo simplista de decir que Donald Trump es Hitler con tupé rubio (aunque eso es lo que nos pide el cuerpo). En este nuevo desorden mundial hay hitleritos a patadas, no solo uno. Putin, el destructor de Ucrania; Kim Jong-un, el fetichista coreano del fálico misil con cara de bollo esponjoso; el propio Netanyahu, que quedará como el carnicero de Gaza ya para siempre.
De ahí que resulte difícil de entender que Feijóo, el hombre que aspira a gobernar España algún día, se ponga al lado de semejantes personajes nefastos y siniestros para la historia de la humanidad. Allá él, pero si se caga de miedo ante los susurros del Darth Vader aznarista mal podrá gobernar un país cuando vengan mal dadas. Que Abascal rinda pleitesía a la banda Supertrump formada por los nuevos dictadores posmodernos es, hasta cierto punto, lógico. Vox es la sucursal ultra en nuestro país. Pero que el PP haya dado el giro trumpista solo para intentar contener su fuga de votos hacia la extrema derecha, resulta insoportable. Ayuso está tirando de ese carro entre populachero y neofalangista al que va atado, de pies y manos, Alberto Núñez Feijóo. La lideresa ya se ve en plan emperatriz de todas las Españas y se permite el lujo de enmendarle la plana al mismísimo rey Felipe VI quien, todo hay que decirlo, estuvo impecable en la ONU en su defensa del pueblo palestino. “El rey reina, pero no gobierna”, le espetó la lideresa castiza al monarca. Ya solo le falta soltarle aquello que se grita en las manifestaciones fachas (“Borbones a los tiburones”), para confirmar que es más franquista que Franco.
Entre tanto, el Gobierno de España se felicita por el final de la violencia y reitera su apoyo a los esfuerzos para lograr una paz duradera en Oriente Medio “sobre la base de la implementación de la solución de los dos Estados”. Sánchez, que ha jugado un papel crucial a la hora de concienciar al mundo de que en Gaza se estaba cometiendo un genocidio, ha picado esta vez el anzuelo. Pedro, por si no te has enterado aún, lo que se va a firmar allí no es un acuerdo de paz; es la liquidación oficial y de facto de todo un pueblo. Y con un pueblo saharaui abandonado a su suerte en pleno desierto ya tenemos bastante.