Andan los politólogos, filósofos y analistas de la cosa estrujándose los sesos para tratar de explicar qué demonios está pasando con nuestros jóvenes y obreros seducidos por los cantos de sirena de la extrema derecha de nuevo cuño. Hay numerosos factores que explicarían el fenómeno del auge del fascismo posmoderno (el tema está más que estudiado en ensayos y artículos periodísticos), pero sin duda el primero de todos es el más que evidente fracaso de la izquierda, que ha dejado de ofrecer soluciones reales a sus problemas más acuciantes. Desempleo, precariado, salarios raquíticos, vivienda inasequible, impuestos, sensación de falta de futuro y otras frustraciones está llevando a nuestros trabajadores a vender su alma y su voto al Diablo de la ultraderecha, que les ofrece falsas promesas, el oro y el moro, demagogia barata a calzón quitado, más un discurso simplón solo apto para gente sin espíritu crítico, encefalogramas planos o mentes perezosas que ya no quieren pensar porque pensar cansa y quita mucho tiempo para TikTok.
El proletariado juvenil derechizado, las hornadas universitarias que babean ante el niñato Vito Quiles y votan Vox (uno de cada cuatro, según las últimas encuestas), ya no le piden demasiado a la vida y prefieren una dictadura que les garantice pan, circo y un techo bajo el que dormir, a un sistema de libertades que exige compromiso, integridad y valor, tres cualidades denostadas y en desuso desde hace tiempo. La muchachada pronazi de hoy antepone valores como la identidad nacional, el españolismo, el rechazo al inmigrante y las promesas de orden, a la democracia, la libertad bien entendida y los derechos humanos.
Uno recuerda el dulce aroma de la juventud, allá por la prehistoria de los ochenta. Qué diferentes éramos a estos muchachos de gimnasio, dietas superestrictas, depilaciones láser y redes sociales. Nuestra generación, la que vivió la explosión de libertad posterior a la muerte de Franco y la Transición, se emborrachó de rebeldía, de socialismo, de cultura, de libros, de movida musical, de utopía y confianza en un país que salía de la pesadilla de cuarenta años de represión y terror. En aquel entonces ser de derechas era hortera, rancio y casposo. Estos chicos de hoy están a otras cosas: al canal de Youtube del primer charlatán de feria con el que se tropiezan en la pantalla del móvil (ya no leen periódicos, ni escuchan la radio, ni ven la televisión); a la conspiranoia y el bulo (nuevas formas de control y adoctrinamiento de masas); al engañoso manual de coaching que les enseña a alcanzar su “prime” o “mejor versión”; al mensaje infantiloide Míster Wonderful; a las criptomonedas para forrarse sin pegar ni chapa (cultura del pelotazo antes que cultura del esfuerzo); y al videojuego de consumo rápido (no saben quién fue Alfred Hitchcock ni ven clásicos en blanco y negro porque les aburre el cine). Nunca leyeron un libro de historia, la memoria histórica les parece un cuento de rojos y su máxima aspiración es encontrar pareja (ultraconservadora, por supuesto): ellos una moza que se case y sea sumisa, ellas un maromo robusto y tatuado que les dé seguridad (en realidad que les guíe por el camino de la vida). Ven a Franco como un buen hombre que hizo mucho por España, sueñan con trincar y evadir impuestos a Andorra algún día, ven la Sanidad pública como un gasto inútil y se sienten explotados por los fastidiosos boomers que, según ellos, son como parásitos de la pensión (otra forma de gerontofobia).
Una especie de nihilismo indolente se ha apoderado de esta juventud nostálgica y antipática, un egoísmo generacional que les lleva a no pensar en un mundo mejor, sino en “su” mundo mejor. Han sustituido el altruismo por el egocentrismo (más bien etnocentrismo, porque sienten repulsión ante otras razas); la realidad, quizá demasiado dura, por la ficción del dinero que no tienen; el compromiso con una sociedad mejor por el acratismo individualista; y la política por la antipolítica y el vómito hater que destilan en la red social de Elon Musk. Ya lo dijo Bertolt Brecht: “El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos”.
Todos estos votantes del nuevo fascismo posmoderno (sean facharricos o fachapobres, españolistas o indepes de la escuela Sílvia Orriols) son hijos de una tecnología ciega y sin sentido y de una depravada sociedad de consumo que los ha convertido en bebés neurotizados. Hijos del sueño de la Razón que produce monstruos. Se dejan dominar y administrar por el Caudillo de turno, les importa un comino lo que pueda pasar en Palestina y solo desean vivir racional y productivamente, como dice Marcuse. Se ponen las cadenas fascistas ellos mismos, pensando que van a disfrutar de un mundo totalitario pleno y feliz.
Joven proleta desclasado, autónomo que te crees empresario, pobre de solemnidad que te sientes clase media o alta, ahí va un listado de todas las leyes contra las que ha votado tu partido Vox arrebatándote tus propios derechos (por si aún estás a tiempo de dejar de ser el primo tonto o lacayo del señorito): decreto de revalorización de las pensiones; leyes de mejora de las condiciones laborales (reducción de jornada semanal, subida del salario mínimo interprofesional, reforma laboral, permisos por paternidad y maternidad, contra el despido libre y gratuito); leyes de ayuda a los afectados por la dana, los incendios y el volcán de La Palma; leyes de impuestos a las grandes fortunas, a las eléctricas y a la banca; leyes para mejorar el problema de la vivienda; leyes contra la violencia de género que amparan a la mujer frente al terrorismo machista; leyes de protección a las personas homosexuales y trans; leyes de cobertura para trabajadores extranjeros (el colmo del absurdo es que haya gais e inmigrantes que voten a un partido homófobo y racista); leyes de ayuda al transporte público; ley de eutanasia para morir dignamente; y ley de protección a la infancia (ni siquiera han sido capaces de condenar los caso de pederastia en la Iglesia católica). Vox está en contra de todo lo que pueda mejorar la vida de la gente, sobre todo de la gente con menos recursos económicos. De nada de esto te hablarán tus locutores goebelsianos de TikTok, joven abducido por la secta MAGA. Despierta, lee, piensa. Sé una persona digna, no un vulgar pelele en manos del nuevo Hitler.