Cada 1 de octubre, desde 1990, el mundo celebra el Día Internacional de las Personas Mayores, una fecha proclamada por Naciones Unidas para reconocer su aportación a la sociedad. Sin embargo, lejos de ser una jornada meramente conmemorativa, UGT Madrid la convierte en un altavoz de denuncia y de reivindicación. Porque el envejecimiento no es solo una cuestión demográfica: es un desafío político y social que afecta a millones de ciudadanos y ciudadanas cuya dignidad está en juego.
En la Comunidad de Madrid viven 1.343.653 personas mayores de 65 años, lo que supone casi una quinta parte de la población. Detrás de esa cifra se esconden realidades muy diversas, pero también una constante: la feminización del envejecimiento. Son 783.058 mujeres frente a 560.595 hombres. Ellas viven más, pero también en condiciones de mayor vulnerabilidad, soledad y precariedad.
La brecha de género no desaparece con la edad
La desigualdad entre hombres y mujeres no se jubila. Los datos lo confirman: la pensión media de un hombre en Madrid asciende a 1.763 euros, mientras que la de una mujer se queda en 1.213. La diferencia es de 550 euros, una brecha del 31% que condena a miles de mujeres mayores a una vejez más empobrecida.
Además, solo el 57% de las mujeres perciben una pensión de jubilación frente al 82% de los hombres. Tres de cada diez dependen de la pensión de viudedad, una de las más bajas del sistema y prácticamente inexistente entre los hombres. A ello se suma la precariedad de las pensiones no contributivas, que apenas alcanzan los 568 euros y que recaen mayoritariamente en mujeres que dedicaron su vida al cuidado sin apenas cotizar.
“Las mujeres mayores pagan en la vejez la factura de toda una vida de desigualdad en el trabajo, en los salarios y en los cuidados”, denuncia Laura Muñoz, secretaria de Política Sociales de UGT Madrid. “Por eso exigimos medidas concretas que cierren la brecha de género en pensiones y que garanticen que ninguna mujer tenga que vivir sus últimos años en la pobreza”.
La soledad y la exclusión, heridas invisibles
Otro dato alarmante: el 72,5% de los 335.066 hogares unipersonales de mayores de 60 años están habitados por mujeres. Y a partir de los 80 años esa proporción se dispara. La soledad no deseada se convierte así en una forma silenciosa de exclusión, con consecuencias directas en la salud física y mental.
A este problema se suma la falta de acceso a programas de prevención sanitaria. El cribado de cáncer de mama, por ejemplo, deja fuera de manera sistemática a las mujeres mayores de 70 años. Una exclusión que muchos especialistas califican de discriminación por edad, pues niega a miles de mujeres la posibilidad de detectar a tiempo una enfermedad que sigue siendo una de las principales causas de muerte.
Madrid, a la cola en servicios sociales
El diagnóstico no se limita a las pensiones. Según la Asociación Estatal de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales, Madrid invierte 2.703 euros por persona en servicios sociales, una cifra muy por debajo de la media nacional (3.277 euros). La región ocupa así el último puesto en el ranking autonómico.
Esa falta de inversión repercute en la calidad de vida de quienes más necesitan apoyo. Limita la autonomía, la prevención y la dignidad de las personas mayores, al tiempo que afecta también a los jóvenes, que enfrentan sus propios retos de precariedad laboral, vivienda inasequible y problemas de salud mental. En Madrid viven 1.264.508 jóvenes de entre 18 y 30 años, un grupo que comparte con los mayores la sensación de abandono institucional.
UGT Madrid insiste en que la solución no pasa por enfrentar a generaciones. Como señala Laura Muñoz: “Ni las pensiones son un privilegio ni los jóvenes son una carga. La justicia social solo será posible si construimos un pacto entre generaciones, basado en la solidaridad y no en la confrontación”.
Propuestas claras y urgentes
Frente a este panorama, UGT Madrid plantea un conjunto de medidas concretas:
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Aumentar la inversión en servicios sociales y cuidados, acercándola a la media nacional y europea.
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Cerrar la brecha de género en pensiones y eliminar la feminización de la pobreza en la vejez.
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Universalizar el acceso a la atención socio-sanitaria y ampliar los programas de cribado preventivo.
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Promover la autonomía personal y combatir la soledad con programas de apoyo comunitario.
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Impulsar políticas públicas intergeneracionales que unan a jóvenes y mayores en lugar de enfrentarlos.
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Erradicar los discursos edadistas que presentan a las personas mayores como un peso para la sociedad.
Un compromiso que no caduca
El primero de octubre es, para UGT Madrid, un recordatorio y un compromiso. Recordatorio de lo que se ha conquistado gracias a la lucha sindical y social de quienes hoy son mayores, y compromiso de que esos derechos no se pueden dar por sentados.
“La edad no puede ser una barrera para la dignidad ni para la justicia social”, subraya Muñoz. “Tenemos la obligación de garantizar que las personas mayores vivan con derechos, cuidados y respeto. No es un regalo: es una deuda social con quienes han construido todo lo que hoy disfrutamos”.
La vejez no debería ser sinónimo de carencias ni de abandono. Al contrario, es la etapa donde la sociedad demuestra hasta qué punto cree en la igualdad y en la justicia. Y ahí, como cada año, UGT Madrid levanta la voz: envejecer con dignidad no es un lujo. Es un derecho irrenunciable.